Época: África
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1000

Antecedente:
África subsahariana



Comentario

El paulatina conocimiento de las técnicas metalúrgicas aplicadas al hierro, supusieron, para el África subsahariana, su entrada en la Edad homónima, y en consecuencia, en una provisional Protohistoria, que coincide con la aparición de una cerámica peculiar con cavidad banal -cerámica Urewe-, y ciertos rasgos culturales. A la vez se realizan nuevas adquisiciones en el campo de la agricultura y de la ganadería, así como en la vida de aldea tras la adopción de la arquitectura en adobe.
En los años últimos, diversos estudios etnográficos han ahondado en el conocimiento del pasado del África subsahariana, y reunido una gran cantidad de información en torno a las tradiciones orales, la Antropología, la Etnoarqueología y, finalmente, la primera historia primitiva de sus poblaciones. Ello ha permitido la elaboración de diversas hipótesis de trabajo en torno al origen de los llamados pueblos bantús, su dispersión, su penetración en el África austral; la reunión de tantos datos ha hecho cambiar puntos de vista que hasta hace pocos años se incluían en las primeras visiones históricas del continente.

Aunque la voz bantú procede del término Ba-ntu, es decir, los hombres, claro exponente de que el etnocentrismo no fue ajeno a la génesis del grupo en cuestión, hoy ha pasado a designar una serie de lenguas y dialectos compartidos por numerosos y muy diferenciados grupos de poblaciones del África subsahariana. En realidad, la serie bantú es un grupo lingüístico constituido por sus sesenta lenguas principales distintas, que comprenden unos trescientos dialectos, poco más o menos, si se tiene en cuenta la expresión reciente de su trayectoria. Mas he aquí que los llamados bantús, en tanto que serie de pueblos interconectados e interrelacionados, presentan ciertas regularidades raciales, antropológicas, etnográficas y de distribución, resultado de los condicionamientos de sus trayectorias imbricadas en el tiempo y de sus agrupaciones lingüísticas compartidas.

Nos encontramos ante un fenómeno cultural que en algunos aspectos ha podido ser considerado por algún científico como parejo al que en su expansión este-oeste conocieron diversos pueblos euroasiáticos, conocidos como ario-europeos o parlantes de lenguas indoeuropeas. Mas he aquí que en el África subsahariana, al manifestarse los bantuparlantes, se nos presentan como una subraza interprocreadora, dentro de la serie de los melanodermos africanos, como subserie, a su vez, del grupo étnico de los llamados negros, considerados como un grupo politético de particulares características.

Así, algunos bantuparlantes reflejarán series subraciales diferentes en el seno del medio bantú, aunque también haya bantuparlantes que comparten particulares rasgos sociales y etnográficos, que los aislarán como entidad politética de sus vecinos espaciales y temporales, emergiendo en ocasiones una compleja organización social específica y un sistema de tenencia de la tierra que reposa en la práctica de la agricultura de azada, la ganadería y las aldeas permanentes, así como la metalurgia del hierro, el cobre y el oro.

Se presenta así un complejo bantuparlante en su mayoría representado materialmente por un grupo de culturas bantús que van cambiando en sus conjuntos relacionados y colaterales, integrados por un conjunto politético de las mismas familias, aunque con diferente adopción de artefactos similares (tipos específicos). Representados políticamente aún por hoy unas seiscientas grandes tribus, que en ocasiones conocieron un dominio temporal pasajero sobre sectores locales para formar naciones permanentes en el seno de la amplia serie de los bantuparlantes, se plantea la cuestión de los orígenes, que hoy ha quedado reducida a hipótesis alternativas:

Así, a) M. Guthrie, al considerar que el principal núcleo bantuparlante inicial se situó en Saba y en la región del noroeste de Zambia, practicando un agrocultivo cerealístico y el uso del hierro, lo que permitiría un aumento demográfico y, ulteriormente, la expansión del grupo.

Así, b) la formulación de J.H. Greberg, para quien habría que buscar los orígenes bantús en el ámbito comprendido entre el lago Chad y el Benué medio, desde el que los bantuparlantes se desplazarían hacia el sur siguiendo las cuencas de los ríos.

Y finalmente, c) J. Ki-Zerbo, elaborando una teoría ecléctica, por la que los pueblos negros del Sahara prehistórico o protohistórico, empujados por la desecación del desierto hacia la sabana, terminaron por dominar las técnicas metalúrgicas del hierro a la vez que ampliar su patrimonio lingüístico e incrementar tanto sus recursos técnicos como su demografía, lo que a la larga traería su expansión hacia el sur. Tardarían bastante tiempo en superar la selva ecuatorial, pero lo hicieron utilizando las rutas más favorables: el curso del Sangha y del Ubangui hasta el Zaire, o bien la ruta de los Grandes Lagos hasta la meseta de Katanga, ya en país luba, donde terminará asentándose el principal núcleo bantuparlante.

Precisamente en el Zaire fue donde en los últimos años los arqueólogos han podido prospectar los viejos asentamientos de Sanga y Katoto, a orillas del Lualaba, que permitirán diferenciar dos culturas respectivas, las de Sanga, en la orilla occidental del lago Kasale, satélite de Lualaba (República del Congo), cuyos restos se han datado entre los siglos VII y IX y cuya población vivía particularmente de la caza, la pesca y en menor grado, de la agricultura y cuyos artesanos desarrollaron técnicas particulares, y la cultura de Katoto, expresión de una población próspera de cierto nivel técnico y en el que alcanzaron particular prestigio los herreros. Las gentes de Katoto mantuvieron mucho tráfico con Sanga, y a Katoto pudieron llegar mercancías, ya del Atlántico, ya del Índico, como perlas y nácar (madreperlas y cauríes).

Actualmente, la inferencia arqueológica ha permitido diferenciar las principales unidades lingüísticas tribales, llevando la indagación a niveles y espacios temporales hasta la misma África oriental y austral.